lunes, 30 de julio de 2012

Cap. 1 El Tren

 
El 17 de marzo de 2009, un tren parte de Paris en dirección a Barcelona. El tren viaja de noche, por lo que está casi completamente vacío, la poca gente que había estaban en vagones separados. Muchos volvían a casa agotados de trabajar. Otros iban a su normalmente desagradable turno de noche.
En cuanto a Luís, volvía de Font-Romeu, donde vivía su buena amiga Emilie. Se había ido a pasar unas semanas a su casa después de dos años sin verla más que en los chats. Luís Porter es un chico de 25 años, de pelo negro que llegaba a unos centímetros debajo del cuello, y ojos marrón oscuro. Vestía con una camisa roja y unos tejanos azul oscuro, llevaba también una chaqueta negra de cuero en ese momento, la noche es fría. Le gusta bastante viajar, es tremendamente curioso y le encanta buscar historias por internet siempre que puede. Pero ese día no pudo, las despedidas siempre son agridulces y tenía que volver a su casa en Barcelona. Había cinco personas más en el vagón como mucho, uno de ellos tirado en el suelo con una botella en la mano, los demás procuraban no acercarse, había otro sentado y dormido. Una señora pálida que miraba al suelo callada y un hombre leyendo el periódico. Todos parecían marchitos y cansados, pero Luís se mantenía despierto y activo, atento a cada detalle a su alrededor.
Aburrido de estar allí, y viendo que aún faltaba un buen trecho para llegar a su destino, se decidió por ir a los demás vagones. Curiosidad tal vez, o tal vez intuición, pero algo le decía que no haría gran cosa en ese vagón. Se levantó y fue directo a la puerta del siguiente vagón y cruzó. No había ni un alma, el silencio solo se rompía con el leve ruido del tren sobre las vías. Cruzó despacio, mirando si había algo interesante. Solo vio un pequeño charco en una esquina, no quiso saber de qué.
Cruzó la puerta al otro vagón, en el cual hacía más frio, solo había un anciano sentado, levantó la mirada tímidamente para ver al chico, instantes después la bajó de nuevo. Luís miró a su alrededor, tan curioso como siempre. El aire era muy seco en ese vagón y el ambiente de lo más frio, incluso parecía haber una tenue neblina que le impedía a Luís distinguir los detalles del suelo. Inquieto, Luís cruzó el vagón y fue al siguiente, el ambiente volvía a ser normal. Había dos personas en el vagón, un hombre uniformado, con una linterna atada al cinturón, seguramente un vigilante que fuera a hacer su turno de noche. Al otro lado del vagón había una chica que toqueteaba las teclas de su móvil sin cesar. Luís se sentó entre ambos y miró por la ventana. La tenue luz de la luna llena se reflejaba en las olas del mar. De pronto, oyó un susurro lejano.
-¿Eh? –dijo Luís sin querer. Las dos personas que había en el vagón le miraron, al ver que no iba con ellos volvieron a su rutina.
El susurro se repitió, no se distinguían las palabras, parecía una lengua extranjera y desconocida para Luís. No obstante, instintivamente miró a la ventanilla que había en la puerta al vagón del que había venido y vio un cuerpo tras ella. No se veía la cabeza, estaba por encima de la ventanilla, solo se veían sus hombros negros. “no puede ser” –pensó Luís– “no había nadie más”. Curioso, se levantó y fue raudo a la puerta, la abrió lo más rápido que pudo, pero no había nada tras ella. Se adentró más en el vagón, el frio volvió a invadirle. La puerta se cerró automáticamente detrás de él. Luís estaba atónito, juraría que había algo allí, y no podía ser una visión del sueño, estaba bien despierto. Mientras en silencio pensaba que podía haber ocurrido, una mano pálida y anciana le agarró del hombro con fuerza. Luís se giró asustado, y vio al anciano de antes, con los ojos como platos, mirándole fijamente.
-¡Le has visto…! Tú le has visto…  –repetía el hombre. Luís notaba la mano temblando en su hombro. El anciano era totalmente pálido, con ojeras de cansancio y una barba de una semana. Su cabello era canoso y tenía un cierto acento francés.
-¿A… a que se refiere?
-¡Esa cosa! –el fuerte aliento del hombre mareaba a Luís– lleva acosándome ya diez años… –cuanto más hablaba el hombre, más se fijaba Luís en su deplorable aspecto; la ropa desgastada y sucia, su pelo despeinado y su fuerte olor. Luís comprendió que ese hombre estaba desquiciado– no-no se puede escapar de él… he vivido con ello diez años…
Luís buscaba una escapatoria, dejar a aquel pobre loco allí y seguir mirando el tren, pero el anciano francés le sujetaba con fuerza.
-tranquilícese, señor. ¿Cómo puedo ayudarle? –dijo Luís tratando de calmarle.
-si… si, chico, tú me puedes ayudar –el hombre metió su mano bajo su chaqueta gris gastada y comenzó a sacar un revolver.
Luís se percató y deslizó su mano hacia su bolsillo derecho, donde estaba su fiel navaja, no era su primer encontronazo con gente de mal agüero. Inesperadamente, el anciano le ofreció el revólver a Luís
-¡Dispárame! –dijo el hombre
-¿¡Que!? –los susurros volvieron a su mente, mientras el hombre colocaba la pistola en la mano del chico y le cerraba el puño.
-Por favor… no puedo seguir con esto –el anciano le colocó la pistola para que le disparara a la cabeza– justo aquí, necesito acabar con esto… –Luís retiró el revólver y lo tiró al suelo.
-¡No! ¡No pienso hacerlo!
-está bien… –el Anciano cogió el revólver del suelo– tendré que hacerlo yo mismo…
Quitó el seguro y metió el cañón del revolver directo a su boca, mientras preparaba su tembloroso dedo para disparar, las pantallas del tren tuvieron interferencias y las luces parpadeaban. Pero Luís estuvo a tiempo de sacar el revólver y salvarle.
-¡No! ¡Hay otras vías, señor!
-no, no las hay…
-sí, tranquilícese, en ese vagón hay un vigilante, si nos dice quien le persigue podremos ayudarle…
-no… no puede saber nadie que existe… ¡co-corremos todos un grave peligro! Si te lo digo, tú te convertirás en… en…
Luís cada vez tenía ms claro que aquel hombre necesitaba atención medica lo más pronto posible, solo necesitaba tranquilizarle y entretenerle para ir a buscar a alguien que pudiera ayudarle.
-mire, siéntese y dígame que le ocurre, quien le persigue… y esto me lo quedo yo –Luís cogió el revólver y se lo guardó bajo la chaqueta– no queremos desgracias. Ahora dígame, ¿quién le persigue?
-no, no puedo… si lo hiciera… tu…
-vamos, dígamelo.
-¡no, no! –aunque Luís no lo supiera, el anciano veía una sombra sobre Luís. Una sombra amenazadora que les observaba a ambos
-¡dígamelo, dígamelo!
-Sle-sle… –el anciano agarró a Luís del pecho y acercó su boca a la oreja del chico. Y con un gélido aliento, le dijo con un hilo de voz:– Slenderman.
Luís abrió los ojos como platos al oír esas palabras. Conocía bien a ese ser de diferentes leyendas, pero siempre tuvo claro que eran sandeces. El anciano se tranquilizó misteriosamente, empezó a jadear. Luís, preocupado, salió rápidamente del vagón y buscó al vigilante.
-Disculpe, ¡en ese vagón hay un hombre que necesita atención medica! –el vigilante se levantó raudo y acompañó a Luís al vagón, pero el hombre ya no estaba.
-Chico, aquí no hay nadie –dijo el Vigilante, de mala manera– déjame descansar, ¿quieres? Me espera una larga noche y no estoy para jóvenes bromistas.
El vigilante abandonó el vagón mientras Luís se quedaba inmóvil, pensando cómo podía haber desaparecido, y más en el estado en el que se encontraba. Aún sin entenderlo, Luís se sentó en ese vagón y se puso a pensar. Lo primero que le vino a la cabeza fue lo de “Slenderman”. Lo conocía como una leyenda urbana que corría por internet. Se habían hecho videos falsos videojuegos, leyendas… ¿cómo podía un anciano desquiciado conocer las historias de tal ser? En todo caso, ¿dónde había ido el anciano? No podía haberse esfumado. El tren comenzó a frenar lentamente, había llegado a la estación de Barcelona. Las puertas del vagón se abrieron y Luís se levantó para irse y las luces empezaron a parpadear. En un momento dado, Luís vio, una sombra altísima, de piernas y brazos larguísimos la visión terminó instantes después, no obstante dio un pequeño brinco hacia atrás del susto, y luego la luz volvió. Se quedó quieto unos instantes, pero rápidamente salió por la puerta antes de que se cerraran. El Tren volvió a  irse, y Luís se adentró en las oscuras calles nocturnas de Barcelona, pensativo

 
(Fin del capitulo. comentad que os ha parecido. gracias por su atención ^^)


2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. iker jimenez: desde luego... es escalofriante, es uno de los casos mas... extraños hechos en cuarto... cuarto AH... cuarto milenio.

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