miércoles, 27 de febrero de 2013

Cap. 17: La Noche de las Pesadillas

Luís sintió que su cabeza daba vueltas, mientras huía de las voces por un oscuro pasillo. La sombra de Slender le atormentaba allá donde miraba, y los susurros se volvían cada vez más y más fuertes, hasta que despertó. Eran las tres de la madrugada y llovía con fuerza. En una litera estaba durmiendo Jacob plácidamente. Tratando de no despertarle, Luís se levantó y se fue de la habitación a dar un garbeo y tranquilizarse. Sentía el corazón en el puño y un sudor frío le recorría todo el cuerpo. El Dr. Romero tenía razón, Slender estaba tratando de entrar dentro a través de él. Pero Luís sabía que podía resistirse, que podía soportar el dolor lo suficiente. Luís anduvo por los blancos pasillos de aquel edificio hasta llegar al vestíbulo, allí vio que la puerta del estudio de DR estaba abierta, y que él estaba dentro, frente a sus monitores. Se acercó a él sin dudarlo.
-Tú tampoco puedes dormir, ¿eh? –le dijo Luís, a lo que el hombre tardó en responder y no cambió su posición.
-Casi nunca lo hago… Me paso las noches en vela, investigando, buscando… pero nunca encuentro nada.
-Nos encontraste a nosotros. –le contestó, llevando su mano a su espalda y sonriéndole.
-Así es… es lo único de lo que verdaderamente estoy orgulloso. –Romero puso en su monitor una grabación– Me gustaría enseñarte esto.
 -“¿Señora Codina? Mi nombre es Rafael Rodríguez, soy inspector de policía. Sé que le resultará extraño, pero creemos que su hijo está metido en un buen lío.
-Mi hijo… ¿¡Que ha podido hacer Luís!?
-Dirijo un caso en Barcelona que podría inculparle… de un asesinato.
-¿¡Cómo!? ¡Eso es imposible, mi hijo no es…!
-Lo sé, pero… La cuestión es que ha escapado de la ciudad y no logramos localizarle, ¿es posible que le haya llamado a usted o pueda proporcionarnos una pista de dónde está?
-No… no, no sé nada de mi hijo desde hace semanas… -la madre de Luís hablaba entrecortada, se oía su llanto. Aún no podía creer lo que el Inspector quería decirle.
-… Disculpe las molestias. Si sabemos algo de su hijo se lo diremos de inmediato, ¿de acuerdo…?”
La llamada terminaba unos segundos después sin respuesta alguna. Luís se llevó la mano a la frente, apenado. 
-Tu madre está muy preocupada por ti, Luís. Y con razón. Procuremos que no tenga que llevar flores a ninguna tumba.
-A estas alturas… Me ha dejado de importar mi vida. –dijo Luís, casi llorando.
-Nunca digas eso, tu vida vale más que la de muchos otros, como la de uno mismo. Quiero darte esto. –Romero le dio un móvil nuevo a Luís– Sé que te llevas muy bien con esa chica de Font Romeu, mira, está conectada a tu chat. –Romero le enseñó cómo, en el monitor, su correo estaba abierto, y Emilie estaba conectada. Luís se lanzó al teclado para escribirle.
-Emilie, ¡cuánto me alegro de verte! –tecleó.
-¡¡Luís!! Has salido en las noticias, ¡¿dónde estás!?
-Metido en un lío, Emilie, pero no te puedo contar nada. –Romero vio como una sonrisa volvía al rostro de Luís y dejó que siguiera hablando con ella– Oye, tengo un número de teléfono nuevo, quiero hablar un momento contigo a través de él. –Tras mirar su teléfono y dejarle el número, ella le llamó y comenzaron a charlar– Mira, no puedo decirte que me está ocurriendo, pero te aseguro que podré arreglarlo con la policía. Sé que tú confías en mí, ¿verdad?
-Claro, claro, oye si necesitas ayuda… creo que no me importaría que vinieras a mi casa.
-No es una buena idea, lo siento. Pero cuando todo se arregle iré a verte. –Romero siguió con sus asuntos, mirando por las cámaras que todo anduviera correctamente.– Y por cierto, me he quedado sin coche, ¿me dejarías tu moto?
-Claro, pero… no sé si recuerdas que estaba estropeada, no logro arrancarla.
-Oh, vaya, entonces nada. Oye, te tengo que colgar, ¿vale? Mañana hablamos… ¡adiós! –terminó, colgando el móvil.
-¿Ves cómo hay un motivo para seguir viviendo? Todos tenemos uno. Y el tuyo no es solo esa chica, también lo son tu madre y Jacob, ¿no?
-Sí, la verdad es que tienes razón.
-No quiero que vuelvas a decir que no te importa tu vida. –Dijo Romero, acercándose al joven– Porque en tus manos también están la vida de muchos –y tras darle unas palmadas en el hombro, volvió hacia su estudio.
-¿Y cuál es tu motivo para vivir,  Romero?
-Ayudaros a vosotros, claro está –dijo, sentándose mientras limpiaba sus gafas.
-Quiero hacerte una pregunta de nuevo… ¿Qué le pasó a tu madre?
-… A veces los recuerdos son tan dolorosos, que es difícil recordar. –Y tras ponerse las gafas de nuevo, continuó– Fue hace más de 25 años, yo era muy pequeño cuando nos mudamos a la mansión. Mi padre se pasaba el día en el sótano, perfeccionando aquella máquina que me resultaba tan extraña… Así que no me relacionaba más que con mi madre. Era amable y gentil, me quería cómo a nada en el mundo. Pero un día, desapareció. Mi padre me dijo que un monstruo se la había llevado, y que por eso debíamos venir aquí. Con los años, me enseñó todo lo que sabía, me dijo que era Slender, cómo protegernos de él, por entonces yo tenía quince años. Pero había mentido. Slender no se había llevado a mi madre, lo había hecho mi padre. Un día, en el laboratorio, encontré una trampilla que llevaba a un sótano que no conocía. Y allí, congelada en una cámara de cristal, estaba mi madre, muerta. Mi padre, el Doctor Romero, se vio obligado a decirme la verdad. Cómo experimentó con ella… –los ojos de Romero se llenaron de lágrimas y le costaba continuar– Me dijo que le inyectó el líquido azul para mejorar el Núcleo, que era la única manera de que de verdad funcionara. Entonces me di cuenta de quién era el verdadero monstruo. Dos años después le envié una carta a Francisco Gilbert, la nueva víctima. Mi padre ya era viejo y le quedaban dos telediarios. Me lo había enseñado todo con tal de protegerme. Pero yo lo usé para que a nadie más le ocurriera lo que le pasó a mi madre o a Loik Kernaboyl. No quería más muertes. Traté de ayudarle, pero la obsesión de Francisco por demostrar la existencia del ser hizo que su hermano se convirtiera en el nuevo objetivo. Tras eso, su hijo, Jacques Gilbert, hermano del Inspector. Luego la amiga de Jacques, esa tal Diane, luego su hermana Elizabeth. Y por último su esposo, Frederick. Traté de ayudar a todos los que pude, y hasta ahora logré proteger durante diez años a uno de ellos. Pero jamás logré crear una cura. –Luís se limitó a mirarle, sin decir nada. Pero Romero calló un largo rato, tal vez sin saber que decir, o con un dolor tan fuerte que no se lo permitía– La próxima vez que quieras pensar en Slender, pregúntate quien fue el verdadero monstruo. Loik Kernaboyl no tenía culpa de nada, era solo un niño huérfano. Fueron Krabe y mi padre los que crearon aquel ser. Y es el cuerpo de Krabe al que os habéis enfrentado. Yo todavía tengo fe. Crearé una cura, y entonces, buscaremos un cuerpo donde Loik Kernaboyl pueda volver a vivir. 
-Sé que podrás hacerlo, Romero. Confío en ti.
 -No será fácil. Si mis cálculos no fallan, mañana tendré un líquido que, si se inyecta en su cerebro, debería liberar su “alma” y su cuerpo moriría. Pero ahora tengo que crear un compuesto que, no solo haga eso, sino que también pueda ser trasladado a otro cuerpo.
-Por favor, explícate.
-Puedo crear un líquido que lo mate, pero aún ninguno que lo cure…

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