Luís se puso a investigar en cuanto pudo, se pasó varios días pegado al
ordenador sin encontrar nada. Jacob se quedó en el apartamento y poco a poco se
fue acostumbrando a aquella desordenada vida. Slender no aparecía casi nunca,
Luís a veces se sentía observado, pero al mirar a su alrededor no había nada,
pensó que tal vez Slender se hubiera olvidado de él. Pero Luís seguía
investigando día tras día, incansable, sentía la necesidad de descubrir el
porqué de todo aquello: El Inspector, la pauta de Slender, los asesinatos… algo
los conectaba, ¿pero el que?
Una noche, Luís preparó pizza para los dos y se sentaron a la mesa, Jacob
empezó a quejarse del desorden.
-Que manía tienes de dejar los restos de comida por todas partes, ¡es
desagradable!
-Por favor, ¡pareces mi madre…! ¿De dónde salió esa obsesión tuya con el
orden?
-Supongo que de cuidar a mi padre… el pobre estaba loco y cada día tenía
que limpiar la casa y apartar cualquier cosa para que mi padre no se tropezara.
Un mínimo de dos veces por semana se rompía algún mueble.
-Vaya… ahora me arrepiento de haberlo preguntado.
-Nah, tranquilo. Ya lo llevo cada vez mejor. Lo único que me reconcome es…
¿qué hacías tú en la comisaría el día en que encontraron a mi padre?
-Pues resulta… que yo conocí a tu padre en el tren, cuando él huía de
Francia. Además, encontré el cadáver de tu padre en el mismo momento en que la
policía lo hizo.
-Entonces te estaban interrogando… ¿y pudiste ayudar? ¿Tú sabías como murió
tu padre?
-… –Luís dudó que contestar y Jacob lo notó. Le miró de reojo mientras Luís
se inventaba algo– bueno… en el tren me dijo que quería suicidarse, así que muy
posiblemente lo hiciera.
-… supongo. –terminó Jacob antes de llevar su plato a la cocina.
Luís volvió a su cuarto y encendió el ordenador. Como siempre, abrió su
correo en busca de noticias, publicidad o cualquier cosa. Al ver que no había
nada, abrió otra ventana y se puso a buscar información. Media hora después de
no encontrar absolutamente nada, sonó un pitido: tenía un nuevo mensaje. Al
volver a su correo vio un mensaje, cuyo remitente era anónimo, abrió el mensaje
y leyó:
“tienes dudas, buscas respuestas. Yo tengo las respuestas. Sé qué te
persigue, siempre observa aunque no siempre se deja ver. Sé qué respuestas
buscas. Montnegre, El Corredor. Ven y tendrás las respuestas, Luís Porter
Codina”
Luís se extrañó mucho al leer el mensaje, lo releyó un par de veces más y
luego se lo guardó. Buscó en internet: “Montnegre, El Corredor” y le salió un
mapa. Luís no conocía demasiado bien Cataluña, pero Montnegre estaba
moderadamente cerca de Barcelona, pasado Mataró. Tras acabar de guardar los
datos que necesitaba se acostó, no tardó demasiado en dormirse, pero ojalá
hubiera tardado, tuvo horribles pesadillas. Luís abrió los ojos y se encontraba
en una vieja choza de madera, estaba oscuro y era de noche, se oía el llanto de
un niño. Siguiendo aquel sonido, subió por unas escaleras, cada paso que daba
la escalera crujía y resonaba en la casa. El piso de arriba era más oscuro y
macabro aún. El llanto venía de una pequeña habitación, un niño vestido con
harapos se escondía bajo una mesa y lloraba, tapándose la cara. Luís se acercó
y puso su mano sobre su hombro.
-Tranquilo, pequeño, no tengas miedo. ¿Qué te pasa?
El niño miró a Luís con dos cuencas vacías por ojos mientras gritaba con la
boca tremendamente abierta. Empezó a llorar sangre mientras Luís agonizaba de
terror. En ese momento Luís despertó de la pesadilla, su corazón palpitaba a
más no poder y había empezado a llorar. Se tranquilizó como pudo y se levantó
de la cama. No le dio tiempo a prepararse el desayuno cuando vio a Jacob
cogiendo las llaves para irse.
-Me voy un buen rato, han llamado de la comisaría diciendo que querían
hablar conmigo sobre mi padre.
-Oh, bien… ¡bien! –pensó Luís en voz alta recordando que debía ir a
Montnegre.
-¿Pasa algo?
-Oh, nada. Ve, yo tengo que ir a hacer un recado también.
Jacob se fue y Luís desayunó rápidamente para coger las llaves del coche e
irse. Yendo por la autopista, pasada la ciudad de Mataró, vio el Montnegre a lo
lejos, una montaña donde se encuentra El Corredor, un parque natural. Se desvió
y comenzó a subir por la carretera de tierra, tras un buen rato de camino se
topó con un desvío en el camino. Rutas hacia izquierda y derecha.
-Mierda, ¿qué camino escojo ahora? –de pronto sonó un pitido, un mensaje en
su móvil. Lo encendió y solo había un dibujo apuntando a la izquierda. Luís dudó un
segundo, pero definitivamente tomó el camino de la izquierda y entró en pleno
bosque. Los arboles eran altos y robustos, solo se oían los pájaros, el viento
moviendo las hojas y el paso del coche sobre la tierra. El silencio se vio
interrumpido por la música del móvil, alguien le llamaba.
-¿Diga? –preguntó Luís nada más coger el móvil.
-Camino correcto –dijo una voz distorsionada– deja el coche ahí y avanza un
poco más a pie.
-¿Porque…?
-Simple precaución. –terminó la voz justo antes de colgar el teléfono.
Luís se lo pensó unos instantes. Pero definitivamente se bajó del coche y
comenzó a caminar hacia delante, observando en busca de cualquier anomalía en
el paisaje. Al poco rato el camino se acabó en una pequeña explanada de tierra,
en medio de esta había una pequeña caja de cartón. Luís se acercó con cautela y
poco a poco la abrió. Dentro solo había un sobre, Luís lo cogió y se percató de
que, unido con un clip, había también dos fotografías: la primera era en blanco
y negro, salía un hombre vestido con una bata blanca, una mujer de pelo negro y
vestido blanco y un niño en medio, detrás había una mansión. La otra fotografía
era de carné, solo con la cara de un hombre aproximadamente de 35 años, llevaba
gafas y tenía el pelo rizado. Se entreveía una bata blanca en el cuello.
Luís abrió el sobre, dentro había más fotografías, pero estas con un nombre
y una fecha. Había muchas fotografías, pero parecían estar en orden
cronológico. La primera estaba en blanco y negro, era un hombre trajeado, calvo
y con cara de pocos amigos; debajo ponía “Krabe Irinov 1913 – 1958” las dos
siguientes fotografías estaban también en blanco y negro “Mikael Kernaboyl 1943
– 1958” y “Loik Kernaboyl 1950 – 1958” ambos eran de pelo y ojos negros, pero
Loik era más joven y tenía el pelo más corto, los dos chicos iban vestidos con
ropa vieja y gastada. Las siguientes fotografías ya eran en color. Las primeras
se las miró rápidamente, pero llegó a una más interesante: “Jacques Gilbert
1960 – 1975”. La siguiente era una mujer rubia: “Diane Eugene 1956 – 1999”
después estaba otra mujer rubia, la madre de Jacob: “Elizabeth Eugene 1959 –
1999” y por último, el padre de Jacob: “Frederick Gaspard 1955 – 2009” Luís se
percató de que muy posiblemente, esa fuera la lista de víctimas de Slender. Pero
entonces, Luís se estremeció al ver que la última fotografía era la suya, “Luís
Porter Codina 1985 – ????”. Un escalofrío
le recorrió todo el cuerpo mientras repasaba una y otra vez las fotografías. ¿Quién
era el científico de la fotografía? ¿Por qué salía él mismo en una de ellas? Sus
pensamientos se vieron interrumpidos, al notar un olor chamuscado en el aire y
que empezaba a hacer mucho calor, miró a su izquierda y vio que entre los
arboles había una luz rojiza que se propagaba por todo el bosque a gran
velocidad. Pronto todo el bosque estaba incendiado, Luís se guardó el Sobre
bajo la chaqueta y fue hacia el camino donde había dejado el coche, pero un árbol
se precipitó muy cerca, impidiéndole el paso. Tratando de sortearlo, siguió por
una ruta entre el fuego, el suelo era negruzco y Luís inhalaba el nocivo humo mientras seguía por el pequeño
sendero. En un momento dado, Luís vio entre las llamas y el humo una sombra muy
alta, caminaba con zancadas pesadas, movía sus larguísimos brazos casi rozando
el suelo, iba algo encorvado. El ser pasó de largo al lado de Luís y parecía que,
allá donde fuera, el fuego se movía con él. Luís siguió corriendo y encontró el
camino donde había dejado el coche y siguió corriendo, pero el humo le
envenenaba, atontándole. Acabó rindiéndose y cayó al suelo, poco a poco cerró
los ojos, mientras veía un coche de policía acercándose y al Inspector Rodríguez
saliendo de él y corriendo hacía Luís…
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