Luis se despertó frente a la pantalla de su ordenador. Estaba
abierto el documento que contenía el artículo que Luis se había guardado. Miró la
hora, eran las doce de la mañana, la luz funcionaba perfectamente.
-fue todo… ¿un sueño? –Luis no distinguía la realidad del sueño en ese momento, miró atentamente a
su alrededor –era tan… real.
Luis volvió a mirar el artículo, fijándose en el nombre
del niño secuestrado, Jacques Gilbert. ¿Tal vez podría ser el anciano del tren?
¿Y si, de pequeño, fue secuestrado por un hombre con traje y se pensara que era
Slender? Con los años, tendría un trauma y se obsesionaría, hasta el punto de
querer suicidarse… pero las piezas no encajaban, era poco probable que el
concepto de “Slenderman” existiera por aquella época, además, el anciano dijo
que llevaba siendo perseguido diez años, pero por otro lado, tenía sentido:
Jacques tendría 15 años en el 75, en la actualidad debería tener unos 50 años,
sabiendo el estado de locura en el que se encontraba, incluso podría ser más
joven. Luís quiso desvelar el misterio, así que cogió su mochila con las llaves
y su cartera, se vistió y fue raudo hacia la estación de nuevo, el único lugar
donde podría encontrar de nuevo a Jacques. Sábado al mediodía, las calles
abarrotadas de gente, Luís cogió un atajo por las callejuelas de Barcelona.
-odio que se acumule tanta gente…
Luis fue caminando con tranquilidad, memorizando todo lo
que tenía hasta el momento. Uno de los “problemas” de Luis es que a veces es
muy lanzado, sin saber las cosas bien o como hacerlas, trata de lograr su
objetivo ciegamente. Sabía que debía ponerse a pensar antes de actuar, pero era
demasiado impulsivo.
Luis andaba por
las oscuras y abandonadas calles de Barcelona, le gustaba estar solo y poder
pensar en sus cosas sin que nadie le molestara. En un momento dado, Luís pasó
por una callejuela que desprendía un olor putrefacto, se paró un momento a analizar el olor y miró a su alrededor. Todo
parecía normal hasta que miró detrás de él, en la salida de la callejuela se
abría un pequeño banco de niebla que no dejaba ver nada a Luis, pero entre la
niebla se distinguía una sombra, la misma que vio en el portal. Asustado, Luis
empezó a correr en dirección contraria, siguiendo el camino memorizado. Mientras
corría, unos extraños susurros entraron en la cabeza de Luís, le hablaban en
una lengua extranjera y en tono amenazante. Al fin, Luis salió de las callejuelas
y casi entra de lleno en la carretera abarrotada de coches. Miró atrás, ya no
había peligro, el corazón le palpitaba a mil por hora, pero cruzó la calle para
seguir, la estación estaba a la vuelta de la esquina.
Luís llegó a la estación de nuevo, dispuesto a descubrir
cualquier cosa del anciano, quien sospechaba que era Jacques Gilbert. Nada más
entrar vio a toda la gente yendo de un lado para otro con prisas. El ruido no
dejaba escuchar los mensajes grabados que salían de los altavoces. Luís fue
directo hacia la recepción, para preguntar dónde podía denunciar, a la
vigilancia de la estación, la desaparición de Jacques. Pero de pronto, oyó una voz
lejana, camuflada entre el ruido, miró a su izquierda y vio a un perdido chico
que preguntaba a cualquiera que pasara a su lado.
-Disculpe… eh, perdone, pero… –nadie le hacía caso, pero
Luís sí que se fijó más en él.
Era rubio, de pelo no muy largo, sus ojos eran azul claro
y aparentaba unos 23 años. Luís se acercó al chico, le comprendía a la perfección,
en más de una ocasión se había encontrado en una estación desconocida, perdido
y sin que nadie le hiciera caso. Tal vez por compasión o comprensión, Luís
decidió ayudarle.
-¿Necesitas ayuda?
-Oh… si, por favor. Verá, busco…
-espera, aquí hay mucho ruido. Mejor fuera. –Luis y el
chico salieron de la estación y el ruido cesó por completo– mucho mejor… aún no
me has dicho tu nombre.
-Jacob Gaspard Eugene, un placer. ¿Y usted…?
-Luís Porter Codina. Y no me trates de “Usted”, por
favor. Ahora dime, ¿en qué puedo ayudarte?
-pues… es mi primera visita a Barcelona, y no es
precisamente de placer, por lo que no pude organizármelo bien y no sé dónde hospedarme.
-conozco un hostal de precios muy módicos por aquí cerca…
pero no nos quedemos aquí en medio, vayamos a algún bar.
-no tengo dinero a mano…
-¡eso no es problema! –dijo Luis, sacando su cartera.
Luís invitó a Jacob a un café en una terraza cercana al
parque Güell. Mientras se lo tomaban con calma, Luís miró atentamente a Jacob y
recordando sus apellidos: “Gaspard Eugene”… lo había oído antes, estaba seguro.
-así que… eres francés, ¿eh, Jacob?
-sí, de un pueblecito cerca de París.
-pues hablas muy bien el español, ¿tienes familia por aquí?
-no, pero mis abuelos eran españoles, durante la Guerra
Civil tuvieron que huir a Francia. Mi padre y posteriormente yo fuimos educados
en español.
-interesante… y dime, ¿qué te trae por Barcelona?
-pues es precisamente… mi padre. Desde que mi madre murió
hace unos años está destrozado y dejó una nota diciendo que quería ir a Barcelona
y se había fugado. Iré a demandar su desaparición a la policía.
-vaya… pues espero que le encuentres. A un par de
manzanas en esa dirección hay un hostal llamado Alogar, es barato y creo que
tienen folletos informativos por si quieres visitar la ciudad.
-muchas gracias. Bueno, creo que tendría que ir al hostal
ya. Un placer. Sr. Luís
-de nada, hombre. A ver si nos vemos otro día. ¡Oh, y
suerte con tu búsqueda!
Luís y Jacob se despidieron mutuamente y cogieron caminos
separados, Jacob a hostal, y Luís a su apartamento. Nada más llegar, Luís se
puso a hacer unos fideos rápidos y le dio un buen trago a la lata de cerveza.
Seguidamente, fue a su cuarto dispuesto a chatear en su ordenador o mirar sus
páginas habituales. Nada más sentarse en la silla de escritorio y mirar la
pantalla, vio atónito de nuevo un mensaje en las Notas Rápidas: “Вы наступны”.
La misma frase de nuevo.
-no puede ser –dijo Luís, levantándose rápidamente de la
silla –pero… ¡si fue un sueño! Fue un sueño… –repetía una y otra vez.
Luís miró el reloj del ordenador, las ocho de la tarde,
ya casi había anochecido por completo,
pero todos los recuerdos del sueño volvieron, las sombras, la luz, aquel ser…
no eran un sueño, Slender existía, estaba seguro. Jacques lo sabía, y lo había
sufrido durante diez años. Ya se decidió, salió de la casa y arrancó su Ford
Kia, el cual casi nunca usaba para moverse en la ciudad, y fue directo hacia la
estación. Entro lo más rápido que podía, impetuosamente había decidido ayudar a
ese hombre como fuera. Fue a recepción.
-vengo a demandar una desaparición. Ayer por la noche un hombre
desapareció en uno de sus trenes.
-¿sabe usted el nombre?
-Jacques Gilbert
-… no nos consta ningún billete a nombre de ningún
Gilbert, ni de subida ni de bajada.
Luís pensó un momento, ¿y si Jacques nunca hubiera bajado
del tren? O, al menos, no en la estación. Luís volvió raudo al coche, Jacques
debía estar en las vías, o en algún lugar entre la estación de Barcelona y
Badalona, ya era de noche. Tan curioso e impetuoso como siempre, comenzó a
pensar en Jacques y en la criatura. Si de verdad existía, Jacques no desapareció
por sí mismo, Slender se lo llevó. La única esperanza de Luís era que el hombre
siguiera allí, en las vías, así que fue directo a la autopista, calculando el
lugar preciso donde Jacques desapareció. Recordaba que debía ser cerca de la
playa, ya que poco antes miró el mar desde la ventana, así que siguió las vías
del tren desde la carretera buscando una zona cercana a la playa. Al fin
encontró una zona que coincidiera, pero la carretera se desviaba. Se bajó del
coche y avanzó un poco más, había una valla que impedía el paso, más allá de
esta solo oscuridad. Volvió al coche, cogió una linterna y saltó la valla,
comenzó a caminar al lado de las vías, observando atento. Solo veía lo que
alumbraba la linterna, las grises nubes tapaban la luna y las estrellas. Mientras
caminaba, comenzó a mirar a su alrededor, el camino era llano, se oían las olas
del mar al otro lado de las vías. De pronto, vio una sombra a lo lejos, comenzó
a correr hacia ella, alumbrándola con la linterna, pero de pronto se dio cuenta
de que no era natural, se movía de forma lúcida, y los brazos eran tan largos
que llegaban al suelo. Uno de ellos comenzó a alargarse en dirección hacia
Luís, hasta que una mano negra le atravesó el pecho y cayó al suelo. La linterna
se le había caído también y fue rápido al cogerla de nuevo y alumbrar a la
sombra, pero ya no estaba. Se levantó y fue hacia donde la había visto, una
neblina empezó a cubrirlo todo. Siguió caminando, mientras volvían aquellos susurros,
de pronto vio una luz difuminada entre la niebla, fue directa hacia ella y
viendo que no era una, sino varias. Cuando logró llegar a aquella luz y la
niebla se disipó, vio dos coches de policía y una ambulancia. Se acercó más y
vio que tras un cordón policial estaba el cadáver de Jacques en el suelo, muy
cerca de las vías. Había una marca de sangre que salía de su boca hasta un
pequeño charco rojo en el suelo. Un policía se interpuso.
-Aquí no puede estar. –el policía agarró a Luís para que
no pasara.
-¡yo conozco a ese hombre! ¡Estaba ayer en el tren!
-¿¡como dice!? –el policía le soltó un segundo y Luís se
acercó más al cadáver.
Desprendía un olor putrefacto y tenía sangre en su mano
izquierda. Al lado de la mano había un extraño símbolo escrito con sangre: un
círculo algo grande con una X que lo atravesaba saliendo los bordes de la X del
círculo. El policía volvió a agarrar a Luís y pretendía arrastrarlo lejos del cadáver.
-tienes muchas cosas que explicarnos, joven…
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