-¿¡Dónde está el Agente Dominique Romero!? –le preguntó
uno de los Agentes SCP a Jacob.
-Me temo que ha muerto…
-Entonces tú debes de ser uno de los dos compañeros de los
que nos habló.
-El otro no está aquí, vengo sólo… debemos evacuar antes
de qué... –Jacob dudó si seguir hablando, mientras los agentes se miraban entre
ellos– Mirad, sé que es difícil de creer, pero Romero seguía la pista de un ser
paranormal llamado Slenderman. Mi amigo Luís y yo fuimos protegidos por Romero,
pero el ser nos ha atacado. ¡Creedme…!
-Tranquilo chico, te creemos. –dijo uno de ellos, dando la
orden de moverse hacia las escaleras.
-¿¡En serio!? –exclamó Jacob, algo entusiasmado.
-Chaval, si pertenecemos a la “Sociedad de Control
Paranormal” es por algo… -dijo uno de ellos, de voz algo más aguda. Jacob se
extrañó al oír un nombre diferente al que DR le dijo.
-Félix, será mejor que cierres el pico… -le dijo su
superior, a lo que el chico bajó la cabeza. El hombre tomó un walkie-tolkie de
su cinturón– Unidad H-047, aquí Alfa Romero, necesitamos que aterrices en el
Helipuerto de la azotea de inmediato.
-“Recibido, en cuanto termine el reconocimiento. Corto.” –El
grupo subió hasta la azotea del laboratorio, dónde podían ver el helicóptero
iluminando toda la zona con un foco. El helicóptero se acercó para aterrizar
sobre el helipuerto, pero comenzó a tambalearse.
-Unidad H-047, ¿sucede algo?
-“¡¡Mi cabeza… argh!! ¡Los controles no funcionan y… Y…!”
-¡Es Slender…! –avisó Jacob, quien observó aterrorizado,
cómo el helicóptero comenzaba a tumbarse más y más.
Pero de pronto, Jacob escuchó el ruido del motor de una
moto. Al asomarse para ver el suelo pudo ver a Luís, subido en la moto de
Emilie, saliendo por un túnel del laboratorio. Inmediatamente después, una nube
de vapor salió del helicóptero para perseguir a Luís.
-“He recuperado los controles… Aterrizaré de inmediato.
Corto.”
Jacob siguió mirando hacia el camino de tierra por el que
Luís había atajado, trató de deducir a dónde se dirigía, pero uno de los SCP le
llamó.
-Vamos, chaval, tenemos que largarnos ya de aquí. –Jacob
vaciló uno segundos, antes de girarse para ir al helicóptero.
Luís sabía que tenía el combustible justo para llegar a su
destino. Pero más le preocupaba la alarmante presión que ejercía Slender en su
mente. Trató de aguantarlo y seguir por la carretera. Los susurros se habían
convertido en voces, que seguían hablándole en aquel extraño idioma,
induciéndole a hacer cosas horribles. Su mente era torturada con imágenes de
cadáveres, sangre, el miedo personificado en sombras que le perseguían…
Jacob subió al helicóptero mientras este comenzaba a
despegar.
-El agente Romero nos ha autorizado para llevarte a dónde
desees. Dinos, chico, ¿dónde vamos?
-Hemos de ir lo más rápidamente posible a Barcelona. Sé
que está lejos, pero si queremos detener a ese ser es preciso que lleguemos lo
antes posible.
Las voces hablaban en un idioma que Luís no entendía, pero
parecía que poco a poco adquirían un sentido. Podía oír y entender lo que le
decían, o lo que le inducían a hacer. Luís trató de no ceder, pero la presión
era demasiado fuerte. Inconscientemente seguía conduciendo la moto, pero las voces
habían comenzado a sobreponerse al ruido del motor, y oía sus latidos cómo si
fuera a estallarle el corazón.
Pasó más de una hora, cuando el Inspector Rodríguez, quien
fumaba un cigarro en el balcón de su apartamento recibió una llamada.
-Espero que sea importante…
-Inspector, un helicóptero pide permiso para aterrizar en
el helipuerto de la policía, y parece que… ¡tienen a uno de los dos rehenes que
buscábamos!
Inmediatamente, Rodríguez lanzó el cigarro y volvió al
interior de su apartamento, sólo para coger su arma y bajar rápidamente. Con su
coche fue raudo hasta el helipuerto, justo a tiempo para ver el helicóptero
militar aterrizando, y un par de coches patrulla. En cuanto Jacob y los tres
agentes de SCP bajaron, el Inspector se dirigió hacia ellos.
-¡Tú, dónde está Luís! –Dijo, agarrando a Jacob de la
camisa, sólo para girarse hacia los agentes, cubiertos por completo con los
trajes negros– ¿¡Y vosotros quien diantres sois!?
-Señor, pertenecemos al grupo militar europeo SCP. Secure,
Contain and Protect. –dijo el cabecilla, de nuevo, nombrando a la organización
de otra manera.
-¡No me consta la existencia de tal grupo, pero tenéis a
un supuesto rehén que llevamos días buscando!
-Inspector, podemos explicar todo esto, pero ahora hemos
de ayudar a Luís.
-¿¡Dónde está!? –dijo, justo antes de que viniera otro
policía y llamara a Rodríguez.
-Inspector, el sospechoso Luís Porter Codina ha sido visto
entrando en Barcelona subido en una moto. Va a gran velocidad y no atiende a la
policía.
-¿¡Qué!? Vosotros quedaos aquí, yo voy a por Luís. –dijo, dando
media vuelta.
-¡No, debo ir con usted! –exclamó Jacob.
-Y desde luego que lo harás… –le contestó, agarrándole de
un brazo y esposándole las manos– Estás detenido.
-Señor, ese chico está bajo la jurisdicción de SCP, no
puede…
-Hasta que no se demuestre la existencia de ese “SCP” no podéis
hacer nada aquí. Y ahora vámonos.
El inspector forzó a Jacob hasta el asiento trasero de un
coche policial, y tras arrancarlo, encendió la sirena.
Luís por fin había llegado a Barcelona, pero no sabía del
todo el porqué. Guiándose por su instinto, algo le atrajo hasta allí. Tal vez
Rodríguez, el niño marcado por su hermano cuarenta años atrás. O tal vez el
lugar de la muerte de la anterior víctima. Pero de todas formas, las voces seguían
atormentándole. Luís ya podía comprender lo que le decían. “Muerte”, “Perdón”,
“Sangre”, “Fue su culpa”, “Quiero morir”, “Ayúdame”. A medida que Luís seguía,
comenzó a desarrollar inmunidad, y gracias a las sirenas policiales pudo
mantenerse despierto para poder esquivar el tráfico y seguir en la carretera. A
lo lejos vio la gran e imponente Sagrada Familia, con sus respectivas grúas de
obras y plataformas de metal. Pudo oír la voz del inspector a través de un
megáfono.
-“¡Luís Porter Codina, entrégate ahora o no tendremos más
opción que abrir fuego!”
-¡Por favor, Inspector…! –le suplicó Jacob, pero el hombre
no respondió.
Luís estaba llegando a las afueras de la gran catedral,
cuando se vio rodeado de coches patrulla y tuvo que atajar a través de la acera.
Comenzó a moverse de forma desordenada, tratando de escapar, cuando en el
intento aceleró demasiado, chocando de lleno con las obras del templo, las
cuales se derrumbaron, y Luís, junto con la moto, atravesaron las puertas de
cristal que había a un lado. Cuando la policía llegó todo estaba lleno de polvo
y escombros, pero aún se mantenía en pie la construcción. Luís había desaparecido en el interior de la
Sagrada Familia.
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