Luís volvió a abrir los ojos
para ver con claridad a su alrededor. Notó una mullida almohada en su cabeza y
una manta que cubría su cuerpo. Se destapó para verse con la camisa
desabrochada y todas sus heridas curadas, vendadas y desinfectadas. Se levantó
de la cama y se puso su chaqueta negra, que colgaba de una percha. Se dirigió a
una pequeña ventana para ver que ya era de día, y reconoció el bosque por el
que habían vagado la noche anterior. Notaba que entre aquellos arboles Slender
aún acechaba, así que se apartó de la ventana para salir de la habitación y
cruzó un largo pasillo blanco, hasta unas escaleras que bajaban hasta el primer
piso. Todo tenía apariencia de hospital o laboratorio, con salas blancas,
literas, salas llenas de estanterías con comida y agua para mucho tiempo… Luís
caminó por aquel edificio un rato, sabiendo que todo estaba lleno de cámaras
con las que DR le observaba. Ya en el primer piso, Luís llegó a una amplia sala
donde pudo ver el pasillo por el que entraron. En aquella misma sala había
salidas a varios lugares: Un pasillo, del que él venía, una puerta cerrada, y
la que más le interesó; una puerta abierta a una sala oscura, solo iluminada
por las pantallas de varios monitores que comunicaban con cámaras de seguridad,
dentro y fuera del edificio. Tecleando, estaba DR de espaldas a la puerta,
sentado sobre una silla. Luís se acercó hacia él lentamente, quería descubrir
quién le había estado guiando todo este tiempo. Entonces, de la puerta cerrada
salió Jacob, quien a ver a su amigo levantado de nuevo fue rápidamente hasta
él.
-¡¡Luís!! –exclamó Jacob,
llamando la atención de DR, quien miró atrás unos segundos. Luís le miraba
seriamente, pero rápidamente fue distraído por su compañero– ¡Por fin te has
levantado! Nos temíamos lo peor…
-Cierto es, llevas más de doce
horas dormido, Luís. Tu ritmo cardíaco era alarmantemente bajo. –Luís se giró
para ver al hombre que le hablaba. DR, con su bata de laboratorio, sus ojos
verdes y pelo rizado, y sus pequeñas gafas, se acercó a él con una mano en el
bolsillo y la otra se la ofreció en señal de saludo, y Luís aceptó– No nos
hemos presentado. Me llaman DR, pero a estas alturas, puedes llamarme…
-Doctor Romero. –sentenció
Luís. Romero compartió una mirada de complicidad e interés, mientras que Luís
una mezcla de curiosidad e inseguridad.
-Jeje, has dado en el clavo.
Pero prefiero que me llames Dominique Romero Jr. –Luís lo analizó de arriba
abajo, debía tener unos treinta años, así que no podía ser el mismo hombre que
creó a Slender– Soy el hijo del mismo hombre que le inyectó a Loik Kernaboyl
aquella inyección, sí. Pero eso no significa que seamos la misma persona.
-Te agradezco mucho que me
guiaras y que me estés protegiendo, pero supongo que me cuesta fiarme de
alguien que tiene una relación tan directa con Slender como tú. Espero que lo
entiendas.
-Créeme, lo entiendo muy bien…
Por favor, acércate. –Romero le guió hasta su estudio, donde tenía varios monitores y fotografías.
Señaló un monitor que vigilaba el despacho del Inspector Rodríguez– Si no fuera
por estas cámaras, jamás podría haberte ayudado. –Tras ello buscó un archivo en
otro monitor y lo reprodujo. Sonó la última conversación que Luís entabló con
Emilie– Si no fuera por estas grabaciones no podría haberte guiado. ¿Y sabes
qué? Todo esto lo inventó mi padre. Él jamás quiso crear a Slender, pero lo
hizo sin más. Encontró la manera de que no se acercara ni a él ni a su familia,
aunque eso le costara a su esposa. Pero yo no uso esto para esconderme, lo uso
para ayudar a las víctimas que han sufrido por culpa de lo que creó mi padre. Entiendo
que no quieras confiar en mí. Pero yo solo confío en que seré capaz de
manteneros a salvo, ¿entiendes? –Luís se tragó sus palabras y asintió en
silencio– Bueno, pero basta de sandeces, debéis estar hambrientos. –Romero se
levantó y comenzó a guiarles por los pasillos hasta un comedor con una mesa de
madera– Por favor, sentaos, ahora os traeré algo de comer. –Y se fue, dejando a
los dos chicos solos.
-Gracias al cielo, Luís,
¡estamos a salvo! –Dijo Jacob entusiasmado.
Luís fingió una sonrisa, pues
todavía estaba inseguro. Quería saber porque Romero puede evitar que Slender
estuviera cerca, quería saber porque les estaba ayudando. Todo parecía tan
sospechoso… Romero volvió con unos fideos precocinados. No eran gran cosa, pero
Luís y Jacob estaban tan hambrientos que se lanzaron a comer sin dudarlo.
-Me alegro de que ambos estéis
a salvo. Por el momento nos quedaremos los tres aquí hasta que termine mi
investigación.
-Por cierto… -Dijo Jacob aún
con la boca llena de comida, hasta que se la tragó y siguió preguntándole –Hay
algo que quisiera preguntarte… ¿Cómo es que conoces a Slender, pero no eres una
víctima?
-Me alegra que me lo preguntes
–dijo Romero, recolocándose las gafas con el dedo índice y sonriendo– Verás, mi
padre, creador del virus que creó a Slender, también había creado un aparato
que bloquea el pensamiento del ser. Es algo complicado, pero resulta que el
aparato bloquea la actividad neuronal de Slender, pero solo en este edificio.
Mientras estemos aquí no podrá ni leernos el pensamiento ni entrar –Eso último
alivió a Luís significativamente, no obstante, aún le quedaba una duda.
-¿Entonces cómo pudiste poner
una cámara en mi coche o en el despacho de Rodríguez? ¿Y las cartas que enviaste
a Francisco Gilbert en la mansión?
-Eso ya es más complicado…
Pertenezco a un grupo llamado SCP, al que a su vez perteneció mi padre. Tengo
varios mensajeros por toda Europa que, con una sola orden, pueden enviar un
archivo, un paquete, o colocar una cámara. Claramente, ellos no saben quién es
Slender, y si sospecho que pueden saberlo, existe un proyecto de SCP que les
borraría los recuerdos… Pero no me está permitido hablar de eso. Pues bien, si
habéis terminado de comer, volveré a mi estudio.
-¡Espera…! –Dijo Luís,
recordando algo importante –Gracias por curarme las heridas, pero… creo que te
dejaste algo… -Luís se levantó el bajo del pantalón mostrando la protuberancia
aferrada a su tobillo. Incrédulo, Romero se agachó para inspeccionarla. –Intentamos sacarla, pero es imposible.
-Esperad aquí, tengo la
solución… -Romero se fue del comedor sin demorar ni un segundo y no tardó en
volver con un frasco, unas pinzas y una jeringa. Cuidadosamente, clavó la aguja
en el tentáculo y este se soltó inmediatamente liberando una leve nube de
vapor. Romero cogió el tentáculo con las pinzas y lo introdujo en el frasco– Asombroso,
esto demostraría mi hipótesis… Luís, me gustaría que vinieras a ver algo.
Romero volvió a la puerta por
la que había venido y Luís le siguió hasta unas escaleras que bajaban varios
metros por debajo del suelo. Hasta llegar a una puerta semejante a las salidas
de emergencia de un hospital. Tras ella el aspecto del edificio cambió por
completo, perdió su brillo y blancura y pasó a ser gris y oscuro. Había tubos y
cables por las paredes y las luces no iluminaban lo suficiente. Romero caminaba
sujetando el frasco firmemente, pero se paró frente a un panel lleno de botones
y palancas, y una persiana metálica que ocultaba algo tras la pared.
-Me gustaría mostrarte algo. –Romero
pulsó un botón y la persiana se levantó dejando ver, tras un cristal, una
enorme sala, de suelo arenoso y con el único acceso de unas escaleras
metálicas. Era como un almacén vacío, excepto por un extraño aparato en el
centro: Una esfera enorme, con decenas de púas que sobresalían de ella, girando
lentamente, y sujetada por cuatro brazos robóticos– Eso es el Núcleo. Mi padre
lo creó más o menos cuando Loik Kernaboyl se convirtió en Slender, pero estaba
en fase Beta. Huyendo del pasado, mi padre salió de Francia y compró la mansión
en la que estuvisteis ayer. En su sótano puso el Núcleo, pero a veces tenía
fallos… -Romero tenía algo inexplicable en la mirada, una tristeza profunda que
trataba de ocultar de algún modo– El Núcleo –Prosiguió– Es un aparato que crea
un campo magnético alrededor de este edificio, el cual Slender no puede pasar.
Al principio pensé que evitaría que pasara él por completo, pero si esta parte
de él –dijo, mostrándole a Luís el frasco con el Tentáculo– ha logrado pasar… ¡Significa
que, tal vez, podamos curar a Slender…! –Luís
hizo una mueca de duda, sin encontrar la relación– Ven, te enseñaré algo que te
ayudará a entenderlo. –Romero siguió caminando mientras le explicaba su hipótesis
a Luís– El Núcleo bloquea la actividad neuronal de Slender, pero actúa como un
campo de fuerza. Con el Núcleo puedo saber también la actividad neuronal de
Slender, si es más alta, significa que está más alterado. Pero lo que importa
no es lo que haga el Núcleo, sino el cómo puede hacerlo. –Romero paró frente a
una puerta metálica y pulsó un botón para que se abriera, tras ella había una
sala mejor iluminada, llena de mesas con frascos repletos de líquidos, picas de
agua para limpiarse, material de laboratorio, batas y guantes. Romero cogió de
una mesa situada en el centro un matraz que contenía un líquido azul espeso.
Tenía una etiqueta con el símbolo de Slender o los “Strojny Čalaviek”. –Esto es
el líquido que hizo que la energía electromagnética del cerebro de Loik
adquiriera vida propia y poseyera a Krabe Irinov. Y es también lo que el Núcleo
detecta. Es decir, que este líquido corre por las venas de Slender –Luís miró
algo aterrado aquel líquido, tenía un poder muy peligroso, capaz de convertir a
un niño inocente en un verdadero monstruo– O al menos, eso era lo que pensaba…
-¿Qué quieres decir?
-Quiero decir que, si pudiste
entrar con esta cosa en el pie –dijo colocando el frasco en la mesa– Significa que
este líquido no está en todo el cuerpo de Slender. Eso demuestra mi hipótesis de
que el líquido solo se encuentra en su cabeza, y solo su cabeza es bloqueada
por el Núcleo. Eso significa dos cosas: Una buena, y otra mala.
-Dime primero la buena. –Dijo Luís,
dudoso.
-Que puedo crear una cura que,
al inyectarse en su cabeza, cure a Slender, y podremos buscar un cuerpo donde
Loik Kernaboyl pueda vivir de nuevo.
-¿Y… la mala…?
-Que Slender puede entrar aquí,
si te conectas demasiado con su mente. Podrá entrar a través de tu cuerpo. –Luís
apretó los dientes con fuerza, enfurecido, y a su vez nervioso. –Pero tranquilo,
confío en ti, eres una de las personas
más fuertes que he visto nunca –le dijo Romero llevando su mano a la espalda
del chico y sonriéndole– Ahora solo necesito tiempo para crear la cura, y ya
estaremos listos para acabar con esto de una vez por todas. Sube arriba con
Jacob, podéis hacer lo que queráis, excepto salir del edificio, por supuesto.
-De acuerdo –Luís se dispuso a
volver, dejando a Romero experimentando en su laboratorio, pero paró un momento
–Romero… ¿Qué le pasó a tu madre?
-… -Aguardó unos largos
segundos, antes de contestar– Eso es algo que no saldrá de mis labios.
-Lo entiendo… Bueno, mejor me
voy ya, quiero hablar con Jacob.
El Doctor Romero se quedó solo
en el laboratorio tratando de seguir, pero cuando sus manos comenzaron a temblar
tuvo que parar para secarse las lágrimas. En voz baja, casi como un susurro
dijo:
-Madre… estoy haciendo lo
correcto.
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